La Guerra Civil: La
Guerra Civil Española
fue
un acontecimiento bélico
nacional que, al participar
los
factores ideológicos, políticos
y económicos que convulsionaban el resto de Europa en los años treinta,
trascendió las fronteras de España y atrajo la intervención de países
extranjeros que aprovecharon el conflicto para convertir al país en un campo
de experimentación bélica, en los umbrales de la Segunda Guerra Mundial.
En el ámbito interno, las fuertes tensiones sociales derivadas del atraso
económico del país y de la desigual distribución de la riqueza habían
generado un clima de insatisfacción de parte del pueblo hacia sus
gobernantes quienes, además de haberse mostrado incapaces de avanzar en la
modernización del país y elevar el nivel de vida de sus habitantes, ni
siquiera habían podido alcanzar la estabilidad necesaria para avanzar sin
sobresaltos en la evolución de la vida política. Así, las profundas
divergencias políticas se sumaron al descontento social y crearon una
situación explosiva que desembocó en el estallido de una terrible guerra
civil que dividió y devastó España.
Orìgenes
y
desarrollo. El conflicto se
inició el 17 de julio de 1936, con el alzamiento de una fracción del
ejército encabezada por los generales Mola y Franco, quienes se trasladaron
desde el Marruecos Español para ponerse al frente de las operaciones
militares, con el propósito de acabar con el gobierno republicano
constitucional,
dirigido en ese momento por la
coalición izquierdista del Frente Popular. El bando sublevado representaba a
las fuerzas de derecha y extrema derecha, es decir, a la España rural
católica tradicional de los grandes propietarios agrarios, así como al gran
capital conectado con numerosos intereses extranjeros. Mientras que los
pequeños propietarios campesinos reclutados en la Falange y los grupos
carlistas (los llamados “requetés”) constituían el apoyo popular de los
rebeldes. Los miembros de las clases medias favorecieron a uno u otro bando
en función de su ubicación geográfica.
A pesar de que los sublevados se autodenominaron “nacionales”, en referencia
a su propósito de unificar al país bajo un gobierno central que enalteciera
la patria castellana, recibieron —desde los primeros momentos y a lo largo
del conflicto— el auxilio de tropas italianas y alemanas, además de
suministros de armamento y municiones. Por su parte, la ayuda soviética y
la oleada de simpatía que despertó la causa de la República en Europa y
América (en México particularmente) dieron paso a la formación de unidades
de voluntarios extranjeros de diversas nacionalidades, denominadas
brigadas internacionales, integradas por soldados veteranos de la
Primera Guerra Mundial, obreros, estudiantes o intelectuales que se
trasladaron a España para luchar contra el fascismo.
Pero mientras la intervención
nazi—fascista en apoyo de los sublevados fue inmediata, las fuerzas
republicanas que defendían al gobierno democrático de España no pudieron
contar con la ayuda de las potencias occidentales (Estados Unidos, Francia y
Gran Bretaña), que no parecían dispuestas a apoyar la República por temor al
establecimiento de un régimen comunista en España, decidieron adoptar una
política de “no intervención” y pidieron que ésta fuera secundada por las
demás
naciones,
actitud que resultó en
beneficio de los rebeldes.
El alzamiento se propagó por diversas regiones y ocupó numerosas capitales
de provincia, pero no pudo tomar Madrid donde fue reprimido. Hacia los
últimos días del mes de julio, el país se había dividido en dos zonas
mutuamente enemigas, división que más o menos se acomodaba al resultado
electoral de los últimos
comicios.
Una vez que el gobierno de las diversas localidades quedó en manos de los
rebeldes, se formó en Burgos una
Junta de Defensa Nacional, que
actuó como dirección política y en la que Francisco Franco —nombrado
Generalísimo del Ejército después de la muerte del general Sanjurjo,
jefe de la conspiración— ocupó el mando con el cargo de jefe de gobierno del
Estado, es decir, como máxima autoridad política. En este proceso fue muy
importante la unificación de la Falange y las
JONS
en “una sola entidad política
de carácter nacional”, cuyo jefe supremo sería Franco. Este, para fortalecer
su liderazgo, se hizo denominar “caudillo”, versión castellana del apelativo
Duce adoptado por Mussolini,
mientras los medios de propaganda comenzaban a difundir el lema “Una Patria,
un Estado, un Caudillo”, adaptación española de la frase hitleriana
“Fin Reich,
em
VoJk, em
Fuhrer”.
De esta manera, la
concentración de poderes era total y se configuraba un nuevo Estado de tipo
autoritario, similar a los de Alemania e Italia.
A diferencia de la unificación política lograda por Franco en el bando
rebelde, el gobierno republicano padecía divisiones internas yuna situación
de crisis evidenciada en los cambios de jefatura efectuados durante el
conflicto. Desde los primeros días del alzamiento y conforme se sucedían las
derrotas del ejército republicano, la auto
r
ridad central se
debilitó y no pudo contener los enfrentamientos entre anarquistas y
comunistas que generaron divisiones intensas y ocasionaron de la unidad
política e incluso militar en el ámbito republicano, con consecuencias
para la causa del gobierno constitucional.
En la primavera de 1937, los republicanos obtuvieron algunas victorias
y
los rebeldes decidieron centrar
sus principales operaciones en la zona norte. El 26 de abril, la Legión
Cóndor de la aviación alemana ocasionó una brutal agresión contra la
población de la ciudad vasca de Guernica, donde Hitler inauguró el
devastador armamento que preparaba para hacer estallar una nueva Guerra
Mundial. Para octubre, las tropas rebeldes habían logrado dominar la zona
norte con excepción de la porción noreste (Cataluña) y ocupaban una franja
de territorio que, por el oeste, se extendía hasta el extremo sur de la
Península Ibèrica, ademàs de Marrueco
español.
A finales de 1937, los
republicanos obtuvieron una gran victoria en Teruel, pero esta ciudad cayó
en poder de los rebeldes en febrero del siguiente año. Entre marzo y julio
de 1938, se llevó a cabo la operación Aragón—Mediterráneo, que constituyó un
avance de las tropas "nacionales”
hacia el mar y significó la partición del territorio republicano en dos
zonas desiguales. En los siguientes meses de 1938 se llevó a cabo la batalla
del
Soldado, Ebro, que resultó ser una
campaña de desgaste contra el ejército republicano, cuya derrota dejó
despejada la ruta para que los sublevados pudieran avanzar hacia Cataluña,
lo que significaba prácticamente el triunfo definitivo de las fuerzas
rebeldes.
Ante la inminente derrota, en noviembre de 1938, Juan Negrín (jefe de
gobierno desde mayo de 1937) buscó una paz negociada y emitió una propuesta
de condiciones mínimas: garantía de independencia española, derecho del
pueblo a escoger su propio gobierno y renuncia a las represalias. Sin
embargo, estaba claro que era inútil cualquier intento de negociar con
Franco una paz con condiciones, pues el caudillo pretendía la aniquilación
total de la República.
El 28 de marzo, las tropas franquistas entraban en Madrid y tres días más
tarde caían las últimas plazas leales al gobierno republicano. La guerra se
dio por terminada el 1 de abril de 1939; la República se desmoronó y sus
representantes huyeron al extranjero, estableciendo un gobierno republicano
en el exilio. Pero el fin de la guerra civil no significó que España
recuperara la paz. Al establecerse en todo el país el gobierno de Franco,
dio comienzo una etapa de atroces represalias en contra de los vencidos;
sólo quedaron a salvo de la represión los que marcharon al exilio y de éstos
particularmente los que marcharon a América precedidos por los niños que
durante la guerra habían sido enviados a
México; los exiliados
que se dirigieron a Francia se salvaron sólo de forma momentánea hasta que
este país fue ocupado por los nazis.
Consecuencias. La principal consecuencia de la Guerra Civil Española fue la gran cantidad
de pérdidas humanas (casi un millón), no todas atribuibles a las acciones
propiamente bélicas y sí muchas de ellas relacionadas con la violenta
represión ejercida o consentida por ambos bandos, entre las que se pueden
incluir las muertes producidas por los bombardeos sobre las poblaciones
civiles.
En el aspecto político, el resultado fue el brusco cambio de un gobierno
emanado de las urnas electorales a otro surgido de las armas; es decir, el
final de la
d
emocracia
para dar paso a una férrea dictadura que se prolongaría hasta la muerte de
Franco en 1975.
Las principales consecuencias en el plano económico fueron: pérdida de
reservas materiales y financieras, disminución de la población activa,
destrucción de infraestructura, disminución dc la
próducción y reducción en el nivel de
ingresos .La mayoría de la población española
padeció durante la contienda y por las siguientes dos décadas, los etectos
del racionamiento y la privaticiòn de
bienes de consumo. Ell Plan Marshall, que después
de la Segunda Guerra Mundial ayudó en la recuperación económica de otros
países europeos, no se hizo extensivo a España debido a que el régimen
franquista debía su triunfo a la ayuda nazi—fascista. La Guerra Civil
Española, con todas sus brutales implicaciones para la población y el
desarrollo político y económico del país, parecía constituir el preámbulo de
la nueva guerra total que amenazaba al mundo entero, un conflicto que
colocaba a las naciones occidentales en la disyuntiva entre el terror rojo y
la amenaza fascista, una guerra cuyo desarrollo y pavaoros desenlace
final, fundamentarían los cimientos de la etapa
històrica que hoy llamamos "mundo actual".